Por Mairelys Reyes
Hoy el mar esta calmo, sospecho que allá abajo saben algo. Hoy todos los recuerdos se han puestos feos. Llevo un mareo y sé que me pasó antes, ¿serán todos esos pasajes de lo que hice lo que hoy me pesa tanto que me marean? Me veo en la esquina de la vida, soy un recurrente personaje de cine de esos que pasan tormentos durante los cuatro primeros tercios de la película y que al final superan sus dificultades. Por lo general siempre critiqué eso ¿Acaso no era más fácil simplemente escoger una feliz historia desde el principio?
En el malecón hay muchos ojos y no hallo como encontrar mi sitio, huyo a su vista pero uno que otro viene a pedirme verbos para una enamorada. Reacciono poco a sus halagos. Me lleno de dudas, sé que es la poca fe quien habla: ¿Pero y si hago esto mas tarde? No, mejor no, sé que esto es todo lo que tengo por hacer. Hallo por fin un silencio, y con él un vacío de gente y peticiones.
Me quito mis zapatos, no seré tan mezquina de llevarlos conmigo. Descendiendo al mar espero estar en el punto ciego de todos sus ojos. Confío en que estos monstruos cerebrales a los que hoy les ha dado por ser enormes me lleven a fondo bien.
Y de repente así como se entra he llegado al fondo, me han alcanzado sonidos futuros de mi vida marina, agradezco en ellos el consuelo que en el tiempo me darán sus voces y sus prosas, todas dictadas por una caracola vecina mía que amaba el cantar de verbos de amor y corrientes frías, que ahora es todo lo que puedo dar a los navegantes de la Plata.
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