Por María Gabriela Valero
11:00pm. Noche de conga, guaracha, rumba y guaguancó, “nos vamos pal Maní que el maní es así”, dijo La Princi tumbando sus caderas.
No se hicieron esperar los choques de manos, el grito de victoria y las carcajadas resonantes de Mimi y Sammi. Adelantando el triunfo nocturno, sacan sus últimos cigarrillos y la media botella de Cacique, se la pasan entre sí, no importa si es puro, mejor aún, aumenta la intensidad de la noche.
En plena avenida Libertador esperan su taxi, maestro fiel que les daba el aventón a donde sea, siempre y cuando haya intercambios de cualquier tipo, esta vez planeaban darle un beso cada una.
Las tres se ven abriendo una ventanita que les aseguraba sólo el día de mañana, el después no existía por ese instante. Ineludiblemente rumbas y aventuras van de la mano, “hay que vivir la vida y hacerle pagar a ellos lo que nos hacen”, asoma Mimi, “prepárense que esta noche es larga”, completa Sammi.
11:30pm. Unos cambios de luces hicieron acercar a las chicas al Malibu.
- Querido, nos hiciste esperar… con tono fulminante le habló Princi.
- Mami pero estamos cerca del Maní, ¡ponte el cinturón es lo que es!
- ¡Ya! Deja tu charla y muévelo.
12:00pm. Llegan a El Maní. La Princi guiña su ojo sombreado volteando a ver a sus compañeras. Regalan besos sin ganas al taxista acordando hasta la próxima, que sería antes que raye el alba.
Matices sonoros gobernaban el reconocido Maní, que por cierto ocultaban inagotables temas expuestos sobre la barra, las mesas, las esquinas y los baños.
Las chicas sonreían ante el rotundo goce que olfateaban allí, enloquecidas por el desfile masculino; se cargaron de swing para llevarse a cualquiera a la pista, porque después no sería cualquiera, sino aquél hombre fácil de robar.
2:30am. Suficiente licor en la sangre reflejaban los tipos no difícil de identificar en estas mujeres entrenadas para la seducción, rapidez y la astucia carterista.
La Princi reinaba por su abundante melena y detonantes trapos fingiendo poca osadía en el baile para que así los tipos se le acercaran más a su cuerpo pudiéndole sacar al último la cartera.
El timbrar de los hombros de Sammi trastornó a unos cuantos dándole chance de agarrar lo ajeno.
Y Mimi, desde aquella sumisión improvisada atrapó al tipo solitario de la barra, sacándole unos billetes marrones a través de unos besos compartidos.
2:45am. Ahora son ellas quienes hacen cambio de luces, La Prince había cantado la zona al taxi, éste sin demorar en llegar las recibió: “esas son las mías, mis lamias”.
11:00pm. Noche de conga, guaracha, rumba y guaguancó, “nos vamos pal Maní que el maní es así”, dijo La Princi tumbando sus caderas.
No se hicieron esperar los choques de manos, el grito de victoria y las carcajadas resonantes de Mimi y Sammi. Adelantando el triunfo nocturno, sacan sus últimos cigarrillos y la media botella de Cacique, se la pasan entre sí, no importa si es puro, mejor aún, aumenta la intensidad de la noche.
En plena avenida Libertador esperan su taxi, maestro fiel que les daba el aventón a donde sea, siempre y cuando haya intercambios de cualquier tipo, esta vez planeaban darle un beso cada una.
Las tres se ven abriendo una ventanita que les aseguraba sólo el día de mañana, el después no existía por ese instante. Ineludiblemente rumbas y aventuras van de la mano, “hay que vivir la vida y hacerle pagar a ellos lo que nos hacen”, asoma Mimi, “prepárense que esta noche es larga”, completa Sammi.
11:30pm. Unos cambios de luces hicieron acercar a las chicas al Malibu.
- Querido, nos hiciste esperar… con tono fulminante le habló Princi.
- Mami pero estamos cerca del Maní, ¡ponte el cinturón es lo que es!
- ¡Ya! Deja tu charla y muévelo.
12:00pm. Llegan a El Maní. La Princi guiña su ojo sombreado volteando a ver a sus compañeras. Regalan besos sin ganas al taxista acordando hasta la próxima, que sería antes que raye el alba.
Matices sonoros gobernaban el reconocido Maní, que por cierto ocultaban inagotables temas expuestos sobre la barra, las mesas, las esquinas y los baños.
Las chicas sonreían ante el rotundo goce que olfateaban allí, enloquecidas por el desfile masculino; se cargaron de swing para llevarse a cualquiera a la pista, porque después no sería cualquiera, sino aquél hombre fácil de robar.
2:30am. Suficiente licor en la sangre reflejaban los tipos no difícil de identificar en estas mujeres entrenadas para la seducción, rapidez y la astucia carterista.
La Princi reinaba por su abundante melena y detonantes trapos fingiendo poca osadía en el baile para que así los tipos se le acercaran más a su cuerpo pudiéndole sacar al último la cartera.
El timbrar de los hombros de Sammi trastornó a unos cuantos dándole chance de agarrar lo ajeno.
Y Mimi, desde aquella sumisión improvisada atrapó al tipo solitario de la barra, sacándole unos billetes marrones a través de unos besos compartidos.
2:45am. Ahora son ellas quienes hacen cambio de luces, La Prince había cantado la zona al taxi, éste sin demorar en llegar las recibió: “esas son las mías, mis lamias”.
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