jueves, 1 de mayo de 2014

El diario de Ashraf

Por Oscar Díaz

Día 15
Ya son quince días desde que el Califa me ordenó registrar por escrito los sucesos que ocurren en esta flota al mando del capitán Ghâzî.

Durante mi estancia en esta embarcación he oído muchas historias extraordinarias del capitán Ghâzî, que siempre ha conseguido importantes victorias teniendo siempre una gran desventaja numérica en sus tropas; otros dicen que es un elegido del mismísimo Allah para sostener a este mundo en una era de paz, prosperidad y gloria; por ello, todos sus soldados lo apodan el Bahamut.

Día 16
Otros dos barcos se unieron a la flota, formando un ejército de 15 embarcaciones de 80 soldados cada uno. Extrañamente el capitán no ha dado la orden de que avancemos hacia nuestro objetivo, y se queda mirando al cielo por mucho tiempo; sospecho que está dudando de esta batalla, pero he notado que los soldados seguirán ciegamente sus órdenes, aunque sea al abismo del infierno.

Día 17
El Bahamut ordenó que las embarcaciones se movieran más hacia el Este, dejando al puerto totalmente indefenso. Le recordé que las ordenes del Califa era destruir al ejército invasor y proteger el puerto, pero no dijo ninguna palabra; empiezo a creer que todas las leyendas que dicen de él son puras mentiras para ganar riqueza y fama.

Día 18
Al amanecer el viento soplaba con mucha fuerza hacia el norte, era perfecto para navegar e interceptar al enemigo, pero el capitán ordenó que guardaran las velas y que mantengan posiciones. Me parece una gigantesca estupidez que malgaste esta gran oportunidad.

Después del mediodía el viento empezó a soplar con más fuerza, y en ese momento vimos el horizonte y estaba plagado de naves romanas, jamás había visto un ejército de esa magnitud, 100 embarcaciones preparando sus gladius y pilums para destrozarnos.

Todos los marineros esperaron impacientes alguna orden del Bahamut, él se quedó mirando fríamente al colosal ejército que se dirigía directamente hacia su flota. De repente, levantó su brazo y con su dedo señaló a su enemigo, mientras el cielo se oscurecía; se desató una tormenta, allí entendí que todo este tiempo él estaba esperando que llegara su arma secreta. Al momento que sonrió, los soldados supieron que ya era la hora de lanzar el ataque.

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