sábado, 3 de mayo de 2014

Perla negra

Por Daniel Jerez

-¡Oh!, disculpe que error tan tonto he cometido- dijo Perla.
- Pero esto es impresionante, tenía que pasarme a mí ¡coño! -  pronunció con ahínco Fausto.
- Le serviré otro café si es necesario señor, disculpe de verdad mi estupidez.
- Olvídalo, eran mis palabras de aliento filosófico para el difunto camarada Lázaro. Buen amigo de la lucha de ideas.
- Espero no le haya borrado la idea con el disgusto.
- No te preocupes, ya te lo dije, son sólo palabras para rellenar esta situación.
- Creo que su compañero ha debido ser un mártir, el altísimo sabrá como recompensarlo.
- Sigue diciendo tonterías y llegaras a creer en unicornios.


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Estaban en una pequeña funeraria, recinto de dramas humanos y un pensamiento de cloroformo dando trastos de aquí para allá en la testa.Fausto procedía a darle reconocimiento al cuerpo de su amigo Lázaro, el buen camarada que arriesgo su vida por ideales.
Una huelga de hambre le sello un pasaje sin retorno. Entendía que estos recintos invitaban gente de bulto para el desconsuelo mecanizado, por eso aborrecía las despedidas lagrimosas para el cielo que nadie conoce.
Su mirada no estaba tanto impactada por la desaparición de su compinche, más bien el tono de ese cortejo fúnebre se vio aplacado por el incidente del café caliente sobre unas palabras trilladas.
De hecho estuvo de acuerdo con el error de la chica que sirve las bebidas y las sonrisas, pudo arrebatarle la taza de las manos pero un movimiento en falso y fue a parar con gracia sobre sus bocetos de orador. Perla se llamaba la chica torpe de la fuente de soda para botanas y pañuelos desechables.
-       ¿Y dime porque trabajas en un sitio tan patético como éste? -  pronunció con cierto sarcasmo Fausto.
-       No tuve opción, fue lo primero que conseguí en los clasificados. Le empecé a tomar cariño después de tres meses, antes era depresivo.
-        Valoro el silencio de los cuerpos - sentencio Perla con un aire reflexivo en el ceño.
-       Eso es una crónica para mi columna universitaria, cuéntame más por favor - parecía extasiado por la curiosidad del empleo.
Perla abría como una ostra sus grandes ojos rayados, no sabía si se burlaba de ella o sólo tenía una curiosidad grotesca.
-       Dependiendo del día los llantos son más intensos. Unos se jactan de la herencia que demandan como buitres, y cuando la clientela es muy baja mi jefe empieza a rezarle a la parca.
-       Que impresionante el negocio de la muerte, no imaginaba que fuera una temática tan contradictoria.
Una de las tías de Lázaro exclamó “¡Porque a mi sobrino si era como un santo ese condenado!”.
La hora libre de Perla se iba terminando y no había planificado una entrevista detallada sobre su modus vivendi. Ahora debía irse a su clase, estudiaba pedagogía, pensaba que no había nada más hermoso que enseñar a los niños para que luego ellos encontraran sus propios tesoros. Fausto copó la atención de su casa de estudios con la columna de circulación semanal del diario universitario. La llamo “El arte de morir”.
Una sonrisa melancólica para variar, Perla brillaba en recintos oscuros, luego resucitando sus labios marchitos para compensar la compañía de su entrevistador ocasional produjo consuelo a aquellos seres necesitados de motivos. Sus sueños volvieron a la vida.
-¡Espero conquistar tus brazos con mi cadáver!- exclamó con hilaridad, amaba los finales del celuloide esa Perla negra de la alegría.
La noche brillaba con una luna moribunda de grandeza. Esto tomará tiempo; los pésames son en una hora, empecemos a darle autógrafos a los pesimistas, dijo con perversidad Fausto, el amigo del difunto.

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