viernes, 2 de mayo de 2014

Quimera

Por Gabriela Callejón

La ciencia se encarga de desvelar los secretos de la naturaleza, pero sobre todos ellos la creación y las características intrínsecas de cada nuevo ser son el secreto más deseado e inalcanzable. Aún hoy con los conocimientos y avances en ingeniería genética, los éxitos o descubrimientos son producto del azar. ¿Qué elementos puedes coexistir con la constitución genética humana?, ¿se puede constituir una especie híbrida?, ¿qué tan cerca estamos de las bestias míticas y de ficción? La experimentación es la única opción, aunque la ética se pueda interponer en el camino.   
Surge una luz de la negrura acuosa que la rodea y el eco de una voz rompe el silencio imperante. Su cerebro se pone en marcha buscando un recuerdo perdido que le dé sentido  a los estímulos que ahora invaden su mundo hasta el momento inerte. Sin embargo, antes de determinarlo,  las luces se pagan y la luz se reduce a un único rayo. Es en ese momento cuando decide abrir sus ojos leonados por primera vez al mundo, y a la salida, marcada por el haz de luz que se desliza por la puerta entre abierta.   
La luz dibuja una silueta de mujer, suspendida en el interior de un útero artificial. Ella observa sus manos, siente sus músculos entumecidos por el letargo, pero llevada por un impulso, quizá memoria, estira su cuerpo en toda su longitud, desplegando unas alas de halcón, antes ocultas por sus omoplatos,  y lanza un aullido silente con todas sus fuerzas. Un gorgoteo ronco es todo lo que escucha. El horror se refleja en sus pupilas  no sólo porque no oye su voz sino por la sensación que produce en sus vías respiratorias el viscoso líquido que la envuelve.
El pánico se apodera de ella con movimientos espasmódicos, pero gracias a ellos, en un giro, rasga con la punta de sus alas la fina membrana, quedando libre de asfixia y tendida en el suelo frío y oscuro, bajo el haz de luz de la puerta.
Una vez fuera se encuentra en la pequeña sala de un departamento.Por todas partes hay artículos de periódico: "Científico desarrolla método  para impedir el rechazo de trasplantes o injertos, modificando el perfil de ADN", "Científico expulsado del Comité de Ética y Estudios Clínicos", "Instituto de Investigaciones Genéticas retira su apoyo económico al Dr. Vassili Deminovich ", "Más de 300 experimentos fallidos", "Demandas de organización pro derechos de los animales", "Otro científico loco juega a ser Dios"...
 Contemplándolos, pero sin detenerse en ellos, continúa su deambular hasta toparse con un hombre con larga bata blanca, corbata suelta, cabello despeinado, durmiendo sobre un escritorio desordenado, amenazando el equilibrio de una lámpara de lectura halógena y una gran taza de café.
Invadida por la curiosidad y el obvio descubrimiento de las similitudes físicas, la criatura se acerca al hombre, lo contemplan, escucha su respiración y finalmente, con un brillo indescriptible en los ojos leonados, acaricia su cabello azabache con delicados movimientos.
Debido al contacto el científico despierta con poco sobresalto. Se acomoda las gafas, posa sus ojos sobre una fotografía enmarcada, oculta a medias por algunos papeles, y desliza perezosamente la mirada por la habitación hasta toparse con la figura femenina que tiene de pie frente a sí.
-¡Ah! - exclama, levantándose de la silla y tropezando cuando en su espacio inmediato al tiempo que la criatura ruge, asustada -. Al fin, ¡es mi quimera! ¡Lo logré!
La quimera retrocede, con movimientos ágiles  y rápidos como una cobra, bate las alas, ruge y escupe una bola de fuego justo a su aparente agresor. Él esquiva el ataque a duras penas para  verla abalanzarse sobre el escritorio y atravesar la ventana.   
Salen despedidos miles de cristales pequeños al vacío de la noche. Un grito de desespero rasga el aire y una figura planea recortada por las luces de la ciudad. 
- ¡No!  -exclama el científico, corre a la ventana y se aferra al barandas para verla caer en picada.
La decepción y la tristeza afloran rápidamente al ver su obra maestra, después de miles de intentos fallidos, un cuerpo humano con ojos de león, alas de halcón y genes de serpiente, acercarse cada vez más al suelo. El choque fatal se daría en pocos segundos, pero para su sorpresa la quimera explota, envuelta en burbujas de fuego que se expanden en todas direcciones y trepan por la fachada del edificio velozmente. Y ahí está Vassili Deminovich, inclinado sobre su ventana, paralizado ante el aire caliente de las llamas que ascienden... y ascienden hasta...
-¡Ah! - un grito agudo de dolor  despeja los demonios de la mente de Vassili.
El ardor del café hirviendo en su mejilla y el estruendo de cosas cayendo del escritorio aturden más al pobre hombre que no sabe a ciencia cierta que ocurrió.
Se acomoda la bata y de entre todos los papeles mojados rescata únicamente sus gafas. Las limpia con una manga blanca y la deja sobre  la pila de libros que escapó al derrame. Observa detenidamente el salón... cuando ve la puerta entreabierta de su laboratorio.
- No puede ser... -susurra. Salta de la silla y corre hacia la puerta. - ¿Acaso fue...? - arrastra las palabras, como si le tomara demasiada energía pensar como para desperdiciarla en articular ninguna oración. 
Empuja la puerta, entra a la habitación y enciende el interruptor de luz. Lentamente el sombrío pasillo toma cuerpo, dimensión, color, y se vuelve más horroroso: El suelo de cemento ensangrentado, la mesa de disección con cadáveres de gatos y serpientes en ella evidencian un proceso inacabado;  detrás estantes llenos de frascos, que contiene criaturas extrañas en formol exhiben en sus etiquetas los impensables números siguientes: 1330...1333...1336...    Por último, una silueta que resulta demasiado familiar cuelga del techo en algo parecido a una bolsa de hielo medio vacía... número  1337. 

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