Por Eliso Silva
El autobús se encontraba vacío. Sólo estábamos el conductor y yo.
Por las ventanas observaba las calles sin tráfico. El autobús se detuvo en mi colegio, la Unidad Educativa Lerna. Me levanté de mi asiento y caminé hacia la salida. El conductor me miraba fijamente y con extrañeza.
- ¡Qué extraño! Eres el único que vino hoy -dijo.
Salí del autobús, entré al colegio y todo estaba desierto. Mire mi reloj y
marcaba las 8:00 de la mañana. Por un momento pensé que era un día feriado y caminé hacia el patio de juegos.
En el patio de juegos, se respiraba un aire de calma sospechosa.
Empecé a sentir un frío estremecedor. Mi corazón latía y mis manos temblaban. Y ahí estaba. Esa cosa tenía dos metros de altura y siete cabezas idénticas que se movían haciendo círculos. La cara me parecía familiar.
La criatura empezó a moverse hacia mí. Corrí hacia las escaleras y empecé a subirlas hacia el primer piso del edificio. En un abrir y cerrar de ojos estaba en la azotea del edificio.
Hacía mucho frío. Mire hacia abajo y sentí vértigo. No veía a la criatura. Exploré visualmente la azotea y no estaba. Volví a mirar hacia abajo y en ese instante sentí que algo me empujó hacia al vacío. Empecé a caer lentamente. El suelo se acercaba poco a poco. Y en ese momento…
- ¡Gabriel! – grito mi madre.
Abrí los ojos. Estaba en mi cuarto. “El mismo sueño de siempre”, pensé.
Me vestí, comí y en pocos minutos estaba esperando el autobús escolar.
El autobús se detuvo enfrente mí. Subí y salude al conductor. Miré al final del autobús y en el último asiento estaba él. El fastidioso de siempre. El abusador. El que se roba los almuerzos. El que maltrata a los niños y a las niñas. El peor alumno de la clase. La amenaza del colegio. Mi primo Daniel. Las siete caras de mi sueño.
El autobús se encontraba vacío. Sólo estábamos el conductor y yo.
Por las ventanas observaba las calles sin tráfico. El autobús se detuvo en mi colegio, la Unidad Educativa Lerna. Me levanté de mi asiento y caminé hacia la salida. El conductor me miraba fijamente y con extrañeza.
- ¡Qué extraño! Eres el único que vino hoy -dijo.
Salí del autobús, entré al colegio y todo estaba desierto. Mire mi reloj y
marcaba las 8:00 de la mañana. Por un momento pensé que era un día feriado y caminé hacia el patio de juegos.
En el patio de juegos, se respiraba un aire de calma sospechosa.
Empecé a sentir un frío estremecedor. Mi corazón latía y mis manos temblaban. Y ahí estaba. Esa cosa tenía dos metros de altura y siete cabezas idénticas que se movían haciendo círculos. La cara me parecía familiar.
La criatura empezó a moverse hacia mí. Corrí hacia las escaleras y empecé a subirlas hacia el primer piso del edificio. En un abrir y cerrar de ojos estaba en la azotea del edificio.
Hacía mucho frío. Mire hacia abajo y sentí vértigo. No veía a la criatura. Exploré visualmente la azotea y no estaba. Volví a mirar hacia abajo y en ese instante sentí que algo me empujó hacia al vacío. Empecé a caer lentamente. El suelo se acercaba poco a poco. Y en ese momento…
- ¡Gabriel! – grito mi madre.
Abrí los ojos. Estaba en mi cuarto. “El mismo sueño de siempre”, pensé.
Me vestí, comí y en pocos minutos estaba esperando el autobús escolar.
El autobús se detuvo enfrente mí. Subí y salude al conductor. Miré al final del autobús y en el último asiento estaba él. El fastidioso de siempre. El abusador. El que se roba los almuerzos. El que maltrata a los niños y a las niñas. El peor alumno de la clase. La amenaza del colegio. Mi primo Daniel. Las siete caras de mi sueño.
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