jueves, 1 de mayo de 2014

El misterio de la mansión Gilmour

Por Rafael Baralt Lovera

Capítulo I

Manchester, Inglaterra 1875. Esa tarde de Otoño Miss Parker se dispuso a recoger sus pertenencias para abandonar la mansión luego que supiera del fatídico accidente de La Baronesa Gilmour. Esta vez no había nadie que le impidiera descubrir el secreto, y aunque sentía un incontrolable terror recorriendo su cuerpo, era la curiosidad la que más se apoderaba de ella. Subió las escaleras y entró al cuarto de La Baronesa, buscó entre los cajones de la cómoda hasta encontrar la cajita de caoba donde estaba la llave, la tomó y se dirigió hacia la habitación prohibida. Los gemidos que provenían de aquel cuarto eran cada vez más agudos y fuertes, parecían como tenebrosos alaridos del más allá; simplemente no podían ser humanos. Venciendo sus miedos introdujo la llave y abrió lentamente la puerta. Lo que encontró fue algo realmente inconcebible, difícil de explicar con palabras.

Dos años antes Miss Parker fue contratada para trabajar como ama de llaves en la gran mansión de La Baronesa, quien vivía sola desde que su esposo, Lord Gilmour, recientemente la abandonara. Ese incidente era la comidilla de la ciudad de Manchester. Nadie se explicaba la razón por la cual había abandonado la mansión y a su esposa. Los rumores decían que él la había dejado por otra mujer, pero lo cierto es que un día se fue para no volver jamás.

Luego de recibir las directrices, Miss Parker supo que sus quehaceres no eran los típicos de un ama de llaves, pero aceptó con beneplácito por la buena paga que recibiría. La dueña de la mansión era muy estricta con la hora de la comida y la limpieza, y le permitía acceso a todos espacios de la mansión; todos excepto a uno.

- Miss  Parker, bajo ningún concepto podrá entrar a la habitación contigua a la mía, por ninguna razón aceptaré una intromisión de su parte. Esa habitación está condenada y cerrada, y nunca deberá entrar en ella -replicó Mrs. Gilmour con suma vehemencia y autoritarismo.

Era evidente que escondía algo en aquella habitación. Todos los días entraba en ella, duraba unos minutos y salía consternada, de mal humor, y a veces sollozando. Al principio, nunca sospechó nada raro de esa actitud de Mrs. Gilmour ya que era una mujer verdaderamente enigmática. Pero pasaban los meses y ésta seguía religiosamente su extraña rutina de entrar en aquel cuarto del cual sólo ella tenía acceso.

En una ocasión, mientras cambiaba las sábanas del cuarto principal escuchó unos ruidos que provenían de la habitación contigua mientras la dueña se encontraba en la planta de abajo. Ese fue el inicio de una serie de insólitos acontecimientos alrededor de La Baronesa y aquel cuarto. Con frecuencia se oían chillidos, que más bien parecían quejidos que se iban intensificando, y cada vez que esto sucedía La Baronesa corría apresurada a la misteriosa habitación.

“¿Qué será lo que hace allí dentro?, ¿qué esconderá?”, se preguntaba el ama de llaves mientras realizaba su faena diaria. En varias oportunidades encontró rastros de sangre en la ropa íntima de La Baronesa, justo en la parte donde cubría la punta de sus senos. Esta evidencia le dio pie a que empezara a sospechar sobre prácticas de herejía dentro de esa habitación, y que esas manchas formaban parte de algún tipo de ritual diabólico. Pasaron los meses y los ruidos continuaban, los gemidos se habían convertido en espeluznantes aullidos con un tono agudísimo que asemejaban a un felino hambriento. Miss Parker sentía terror al escuchar aquellos sonidos, pero nunca se atrevió a preguntar absolutamente nada.

Esa tarde previa al invierno, y después de mucho tiempo, La Baronesa salió a la ciudad por unas horas; pero en el trayecto de regreso su carruaje volteó aparatosamente por una colina muriendo de forma instantánea con el accidente. Dos días después del suceso, Miss Parker se encontraba con la llave frente a la tenebrosa habitación, aterrada por los horribles sonidos que se habían hecho más fuertes y seguidos durante ese día; decidió entrar a la misteriosa habitación. El espanto que halló en aquel recinto le heló la sangre. Sólo un engendro del mismísimo demonio podría parecerse a aquella abominación casi humana, casi animal. Miss Parker se llevó las manos a su boca abierta por la impresión quedando sin aliento ante el terrorífico hallazgo. Bajó corriendo las escaleras, tomó sus maletas y al igual que Lord Gilmour salió despavorida de la mansión por siempre.


Capítulo II

Manchester, 2012. Finalmente me encontraba en el Tour que preparé desde Londres para visitar los diez lugares más tenebrosos de la ciudad. Siempre me han fascinado las historias de misterio y terror, y en lo posible contrato este tipo de paseos guiados que se ofrecen en las distintas ciudades que visito. La excursión la organizaba la compañía “Manchester Dark Tour” e incluía un recorrido por varios parajes con actividad paranormal especialmente diseñado para turistas aficionados al misterio.

Luego de pasar por varios sitios de interés nos acercábamos a la próxima parada, la más esperada por todos, la famosa mansión Gilmour. Nos bajamos de la Van y entramos a la mansión. En el recinto principal el guía, que parecía un vikingo por su aspecto desaliñado y barba pelirroja, nos puso en círculo y comenzó relatando en perfecto inglés británico lo siguiente:

“Estimados visitantes, nos encontramos en la última parada de nuestro Tour del misterio. Esta casa esconde una de las más increíbles historias de la Manchester aristocrática de 1875…”, comenzó diciendo el guía con voz áspera. Mientras relataba la historia, ya conocida por mí, aproveché de dar un vistazo por los alrededores y me topé con un retrato de La Baronesa sobre la chimenea. Era una mujer realmente hermosa y de mirada penetrante.

Cuando subimos al segundo piso el guía prosiguió:

“y es en esa habitación donde fue descubierto el cadáver de ese ser humanoide, calificado por las autoridades de la época como un monstruo. Se determinó que se trataba del hijo de La Baronesa Gilmour, quien lo mantenía encerrado para no mostrar su horroroso aspecto. Hoy en día la comunidad científica presume que se trató del primer caso documentado de Mirmecoleosis, una extraña enfermedad congénita que se caracteriza por una malformación del feto que por lo general muere antes de su nacimiento. Pero en el caso de La Baronesa, logró dar a luz al niño y mantenerlo vivo por dos años, lo cual fue muy difícil ya que estas criaturas sólo pueden ingerir leche materna debido a que su sistema digestivo no está acondicionado para procesar ningún otro tipo de alimentos. Si la madre dejara de producir leche materna morirían por inanición. Físicamente estos seres son unos verdaderos fenómenos de la naturaleza, poseen un cráneo enorme muy parecido a la Hidrocefalia, con mucho pelo facial, dientes filosos como colmillos, el tórax es extremadamente delgado, las caderas muy abultadas y las extremidades inferiores se forman al revés con las rodillas flexionadas hacia atrás. Debido a estas características similares al mítico monstruo Mirmecoleón, el animal inconcebible cabeza de León y cuerpo de hormiga, se le dio el nombre a la enfermedad. No se han conocido casos en la actualidad que hayan sobrevivido al nacimiento. Se dice que en esta mansión aún vaga arrastrándose por los pisos el fantasma de esa espantosa criatura, y por las noches se escuchan los escalofriantes gemidos que pueden llegar a enloquecer a quien los oiga. Disfruten de su estancia en la mansión”.

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