viernes, 2 de mayo de 2014

La venganza del cíclope

Por Elsa Urtado

El rey Ulises regresaba con sus hombres a su reino de Ítaca, después de la guerra de Troya. Tras varios días de navegación llegaron al país de los cíclopes, terribles gigantes que tenían un sólo ojo y vivían como pastores.

Ulises desembarcó junto a doce de sus hombres. Recorriendo el lugar descubrió una enorme cueva. Era la casa del cíclope Polifemo.

Entraron a la caverna, y no había nadie, porque Polifemo estaba fuera con su rebaño de ovejas. Al atardecer, Polifemo llegó con una carga de leña enorme para preparar la cena y tapó la entrada con una piedra muy pesada.

Cuando se percató de la presencia de los intrusos se enojó mucho y les dijo que jamás saldrían de allí, que se los comería uno a uno.

Ulises planeó  algo,  temió por su vida y la de sus compañeros. Para ganarse la confianza del cíclope le dijo que le habían traído un obsequio, y le regaló todo su vino y sus provisiones. Polifemo comió y bebió hasta hartarse, y después, se quedó profundamente dormido.

Ulises meditaba cómo escapar de allí. Si mataban al gigante nadie podría mover la piedra de la entrada y quedarían atrapados en la cueva. Así que pensó en otro plan: le quitarían la vista al cíclope mientras dormía.

Encendieron el extremo de un tronco y lo clavaron en el único ojo de Polifemo. El grito de dolor del cíclope retumbó en toda la caverna. Furioso,  Polifemo se puso a buscar a tientas tratando de atrapar a alguno de los griegos que lo habían cegado.
El enorme cíclope grita y llora preguntando cuál es su nombre,  a lo que éste contesta que se llama Nadie. Cuando el resto de cíclopes preguntan que le ha ocurrido,  este responde: “Nadie me ha cegado”,  por lo que los ciclopes le toman  por loco.

Polifemo quitó la piedra de la entrada para tentar a Ulises y a sus hombres a escapar. Luego se paró en medio de la entrada de la cueva, y con sus manos tanteaba todo a su alrededor, dejando salir sólo a los animales. Los griegos se escondieron bajo las ovejas, y mezclándose con ellas, consiguieron salir.

Rápidamente se embarcaron en su nave y antes de huir Ulises grita:   “Puedes decirle a todos que Ulises de Ítaca te derrotó”.

Polifemo se dio cuenta de que habían escapado y los siguió hasta la costa. Les arrojó una piedra enorme que cayó muy cerca del navío haciendo una gran ola.  Se agitó el mar por la caída del peñasco,  y las olas al confundirse con la resaca,  empujaron nuevamente la nave hacia el continente y la llevaron a tierra firme.  Pero Ulises tomando con ambas manos un larguísimo botador,  la echó de nuevo al mar y ordenó a sus compañeros,  haciéndoles con la cabeza una silenciosa señal,  que apretaran con los remos,  a fin de librarse de aquel peligro.  Encorvándose  todos  empezaron a remar,  y así  el cíclope no pudo impedir que escaparan.

La paz vuelve a establecerse en el reino.  Pero lo que Ulises no sabía era que el padre del cíclope  Polifemo era Poseidón,  Dios del mar,  a donde Ulises se dirigía…

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