Por Elsa Urtado
El rey Ulises regresaba con sus hombres a su reino de Ítaca, después de la guerra de Troya. Tras varios días de navegación llegaron al país de los cíclopes, terribles gigantes que tenían un sólo ojo y vivían como pastores.
Ulises desembarcó junto a doce de sus hombres. Recorriendo el lugar descubrió una enorme cueva. Era la casa del cíclope Polifemo.
Entraron a la caverna, y no había nadie, porque Polifemo estaba fuera con su rebaño de ovejas. Al atardecer, Polifemo llegó con una carga de leña enorme para preparar la cena y tapó la entrada con una piedra muy pesada.
Cuando se percató de la presencia de los intrusos se enojó mucho y les dijo que jamás saldrían de allí, que se los comería uno a uno.
Ulises planeó algo, temió por su vida y la de sus compañeros. Para ganarse la confianza del cíclope le dijo que le habían traído un obsequio, y le regaló todo su vino y sus provisiones. Polifemo comió y bebió hasta hartarse, y después, se quedó profundamente dormido.
Ulises meditaba cómo escapar de allí. Si mataban al gigante nadie podría mover la piedra de la entrada y quedarían atrapados en la cueva. Así que pensó en otro plan: le quitarían la vista al cíclope mientras dormía.
Encendieron el extremo de un tronco y lo clavaron en el único ojo de Polifemo. El grito de dolor del cíclope retumbó en toda la caverna. Furioso, Polifemo se puso a buscar a tientas tratando de atrapar a alguno de los griegos que lo habían cegado.
El enorme cíclope grita y llora preguntando cuál es su nombre, a lo que éste contesta que se llama Nadie. Cuando el resto de cíclopes preguntan que le ha ocurrido, este responde: “Nadie me ha cegado”, por lo que los ciclopes le toman por loco.
Polifemo quitó la piedra de la entrada para tentar a Ulises y a sus hombres a escapar. Luego se paró en medio de la entrada de la cueva, y con sus manos tanteaba todo a su alrededor, dejando salir sólo a los animales. Los griegos se escondieron bajo las ovejas, y mezclándose con ellas, consiguieron salir.
Rápidamente se embarcaron en su nave y antes de huir Ulises grita: “Puedes decirle a todos que Ulises de Ítaca te derrotó”.
Polifemo se dio cuenta de que habían escapado y los siguió hasta la costa. Les arrojó una piedra enorme que cayó muy cerca del navío haciendo una gran ola. Se agitó el mar por la caída del peñasco, y las olas al confundirse con la resaca, empujaron nuevamente la nave hacia el continente y la llevaron a tierra firme. Pero Ulises tomando con ambas manos un larguísimo botador, la echó de nuevo al mar y ordenó a sus compañeros, haciéndoles con la cabeza una silenciosa señal, que apretaran con los remos, a fin de librarse de aquel peligro. Encorvándose todos empezaron a remar, y así el cíclope no pudo impedir que escaparan.
La paz vuelve a establecerse en el reino. Pero lo que Ulises no sabía era que el padre del cíclope Polifemo era Poseidón, Dios del mar, a donde Ulises se dirigía…
El rey Ulises regresaba con sus hombres a su reino de Ítaca, después de la guerra de Troya. Tras varios días de navegación llegaron al país de los cíclopes, terribles gigantes que tenían un sólo ojo y vivían como pastores.
Ulises desembarcó junto a doce de sus hombres. Recorriendo el lugar descubrió una enorme cueva. Era la casa del cíclope Polifemo.
Entraron a la caverna, y no había nadie, porque Polifemo estaba fuera con su rebaño de ovejas. Al atardecer, Polifemo llegó con una carga de leña enorme para preparar la cena y tapó la entrada con una piedra muy pesada.
Cuando se percató de la presencia de los intrusos se enojó mucho y les dijo que jamás saldrían de allí, que se los comería uno a uno.
Ulises planeó algo, temió por su vida y la de sus compañeros. Para ganarse la confianza del cíclope le dijo que le habían traído un obsequio, y le regaló todo su vino y sus provisiones. Polifemo comió y bebió hasta hartarse, y después, se quedó profundamente dormido.
Ulises meditaba cómo escapar de allí. Si mataban al gigante nadie podría mover la piedra de la entrada y quedarían atrapados en la cueva. Así que pensó en otro plan: le quitarían la vista al cíclope mientras dormía.
Encendieron el extremo de un tronco y lo clavaron en el único ojo de Polifemo. El grito de dolor del cíclope retumbó en toda la caverna. Furioso, Polifemo se puso a buscar a tientas tratando de atrapar a alguno de los griegos que lo habían cegado.
El enorme cíclope grita y llora preguntando cuál es su nombre, a lo que éste contesta que se llama Nadie. Cuando el resto de cíclopes preguntan que le ha ocurrido, este responde: “Nadie me ha cegado”, por lo que los ciclopes le toman por loco.
Polifemo quitó la piedra de la entrada para tentar a Ulises y a sus hombres a escapar. Luego se paró en medio de la entrada de la cueva, y con sus manos tanteaba todo a su alrededor, dejando salir sólo a los animales. Los griegos se escondieron bajo las ovejas, y mezclándose con ellas, consiguieron salir.
Rápidamente se embarcaron en su nave y antes de huir Ulises grita: “Puedes decirle a todos que Ulises de Ítaca te derrotó”.
Polifemo se dio cuenta de que habían escapado y los siguió hasta la costa. Les arrojó una piedra enorme que cayó muy cerca del navío haciendo una gran ola. Se agitó el mar por la caída del peñasco, y las olas al confundirse con la resaca, empujaron nuevamente la nave hacia el continente y la llevaron a tierra firme. Pero Ulises tomando con ambas manos un larguísimo botador, la echó de nuevo al mar y ordenó a sus compañeros, haciéndoles con la cabeza una silenciosa señal, que apretaran con los remos, a fin de librarse de aquel peligro. Encorvándose todos empezaron a remar, y así el cíclope no pudo impedir que escaparan.
La paz vuelve a establecerse en el reino. Pero lo que Ulises no sabía era que el padre del cíclope Polifemo era Poseidón, Dios del mar, a donde Ulises se dirigía…
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