viernes, 3 de abril de 2015

Youwarkee

Por Carolina Fedele

Peter Wilkins era un exitoso abogado, codiciado por muchas y envidiados por otros. Era considerado el más temible en su profesión y no había juez que se le resistiera. Viajaba por el mundo para hacer valer “La Justica Wilkins”.
Era imponente, carismático, de rasgos fuertes y mirada penetrante. Lo tenía todo, hasta que llegó ese momento… Su esposa e hijos lo abandonaron y sus días se basaban en naufragar entre delirios.
El White Russian era su gran compañero día y noche. Su mano temblorosa sostenía el vaso que antes usaba para brindar sus victorias junto a su familia -aún cuando ellos odiaban el hecho de que bebiese.
Una noche, el exceso de alcohol, cigarrillos y unas cuantas píldoras para dormir lo sacaron de su lujoso hogar para llevarlo a un lugar más frío del que hacía en su congelado jardín.
Entre ojos entreabiertos notaba a hombres de grandes chaquetas naranja brillante llevarlo con urgencia algún sitio. Pensó: “¡Genial! He muerto y estos ineptos me llevan al infierno, ¡lo he logrado!”. Y llegó el momento en que sus ojos se apagaron.
Su subconsciente lo llevó a viajar al Antártico donde solía ir con su padre de excursión cuando no soportaba a su madre. Él siempre le contaba la maravillosa historia de Youwarkee. Esa mujer mitad terrenal, mitad ave, quien sabe si ángel.
De sensual figura, dulce y atrayente, tenía amplias y sedosas alas que invitaban a la libertad. Vivía en islas misteriosas del Antártico y era el sueño de cualquier excursionista. Se decía que el hombre que la desposara no sólo sería el más afortunado sino que además salvaría su alma.
-Si para mi padre era tan real, para mí lo será ahora. Se decía así mismo.
Una silueta se acercaba a él al tiempo que balanceaba sus majestuosas alas. Su rostro casi angelical y ojos amorosos se apoderaban de su atención.
Su corazón se aceleraba y sus ojos no daban crédito. En el hospital, su corazón también latía velozmente y sus parpados se movían sin parar:  “¡Lo perdemos!”, se repetían.
-Eres tú Youwarkee, ¡eres tan hermosa!
-Ya eres todo un hombre Peter. ¿Por qué no me visitaste más?
La mira confundido y antes de decir palabra ella continúa…
-Venías con tu padre de tanto en tanto. Tus hermosos ojos y rasgos dulces me enternecían. ¿Cuándo te volviste tan frío y calculador?
-Después del divorcio de mis padres - Respondió mirando sus dedos entrelazados de manera tensa-. Me repetí que mi familia lo tendría todo y yo tendría la atención que nunca me dieron. El poder me cegó. Lo he perdido todo y no quiero volver. Pensé me llevarían al infierno y me encuentro aquí, contigo y es mi paraíso hecho realidad.
-¡Quédate! Exclamó sin pensarlo.
Sin dudarlo Peter lo hizo con la condición de  librarse de sus miedos, traumas y durezas. Debía dejarse llenar del amor de Youwarkee y limpiar su alma.
Al tiempo que aceptaba, los paramédicos no pudieron hacer nada para revivirlo, ya su corazón había parado al tiempo que exhalaba su último suspiro.
No lograron entender porque quedó con una sutil sonrisa en esa camilla. Para ese momento que abandonó su cuerpo él y Youwarkee estaban unidos en matrimonio.

lunes, 29 de diciembre de 2014

En el país de las maravillas

Por Astrid V.

Estaba durmiendo tan plácidamente que sus sollozos me resultaron molestos; abrí los ojos a duras penas y todo lo que alcancé a ver fue una mata de cabello rubio que se sacudía suavemente tras cada nuevo gemido. Me levanté estirándome perezosamente entre los rosales y de un salto me ubiqué a su lado. No era que tuviese deseos de meter mis narices en lloriqueos de adolescentes, pero pensé que quizás podría burlarme un poco de ella.

- ¿Qué te sucede, Alicia? –inquirí con fingida inocencia.

La chica se sorbió la nariz y dirigió su mirada de color cobalto hacía mí que como de costumbre jugueteaba haciendo aparecer y desaparecer las rayas de mi lomo.

- Tengo miedo Cheshire –dijo ella con evidente susto– de que el fantasma de lo común me visite, y se apodere de mi alma.
- ¿Por qué iba a pasar eso, niña?

Se puso de pie sin quitar la vista del horizonte, mientras se alisaba el trozo de ópalo con el que se vestía.

- Quieren obligarme a casarme con el hijo de una familia rica.

Ronroneé, yo no le veía nada de malo: tendría mucho dinero, joyas y vestidos,¿no eran esas cosas las que adoraban los humanos? Pero cuando puse mis ideas en palabras, ella se cruzó de brazos y frunció el entrecejo.
- No quiero nada de eso. Yo deseo ser diferente al resto de las personas...
- Pero niña… –Solté una risita– hay muchas rubias tontas y confundidas en el mundo.

Alicia abrió la boca con intenciones de responder, pero una oleada de viento helado nos sacudió a ambos; me ericé con desagrado y luego desaparecí dejándola sola. La observé girarse mientras se llevaba las manos al pecho, entre tanto las rosas alrededor se cubrieron de una suave escarcha.

Pasados unos segundos la figura brumosa de un hombre en apariencia calvo y de aspecto más bien lamentable se acercó a ella con una mano extendida: claramente sus miedos respecto al fantasma no eran infundados. Presa del pánico, Alicia retrocedió de golpe chocando con el banco donde había estado sentada y cayendo de espaldas al otro lado.

- ¡Cheshire! Ayúdame por favor.

Todo lo que pude hacer fue reír mientras el hombre murmuraba palabras que no alcanzaba a comprender. No fue intencional, pero el sonido de mi risa bañó los alrededores, dándole un aire mucho más aterrador al ambiente.

- Estimada Alicia –dije saltando de un lado a otro hasta interponerme entre el fantasma y ella-, ¿qué es azul con gris y está sentado frente a ti?

Me hice visible de golpe sonriendo de oreja a oreja, como era mi costumbre cuando estaba disfrutando de una situación que parecía desagradar al resto.
- Tú Cheshire, tú eres azul y gris… y te encuentras frente a mí.

El fantasma detuvo su avance, me admiró unos segundos y luego con un chillido ensordecedor desapareció, sin dejar más rastro que cientos de flores llenas de roció. Tras aquello Alicia suspiró y torpemente se puso de pie.

- Gracias por salvarme.
- Niña tonta, te has salvado tu misma.

Me miró como si no comprendiera a qué me refería. Bufé comenzando a desvanecerme, quería ir a echar otra siesta.

- ¿No te has dado cuenta? Eres diferente, Alicia… después de todo ¿Cuántas personas conoces que puedan hablar con un gato?



La anfisbena del medio oriente

Por Geraldine Ladera

Aquiles preparaba su maleta. Sentía en su pecho varios sentimientos encontrados. Estaba feliz por la aventura que emprendería en su nuevo trabajo, pero también temeroso por lo inesperado. Luego, ya más tranquilo, cerró la maleta y con ella los pensamientos de incertidumbre que deambulaban en su cabeza. Iba a ir lejos, muy lejos.

Al llegar al medio oriente quedo asombrado; estaba circundado por personas ataviadas con vestidos llenos de costumbre y color -en algunos casos también con olor-, igual a una fotografía de revista de viajes. Se sintió emocionado.

Llegó a su nuevo trabajo en una empresa multinacional. Lo recibió su jefa: Leyla. Todos en la empresa decían “Leyla hace que las cosas sucedan”.

Aquiles la veía como un modelo a seguir; observaba cómo tan despampanante mujer captaba la atención con tan solo atravesar la puerta. Sus palabras penetraban hasta en las mentes más fuertes como una especie de hechizo. Todo lo que se proponía lo lograba.

Al tiempo, Aquiles nota la ausencia de dos de sus compañeros. Intrigado, se reúne con Leyla para hablar sobre ello.

— No te preocupes. Los he despedido —decía a Aquiles observándolo con sus ojos almendrados marroquíes desde su escritorio en la suntuosa oficina—. Nos la apañaremos con el volumen de trabajo.

Pero continuaban los despidos y Leyla tenía cambios bruscos de humor que oscilaban entre su típico brillo a enfado, como si una maldición árabe posase sobre ella.

Paseando por el mercadillo de las calles del centro al anochecer, Aquiles sintió que lo toman fuertemente por el brazo. No reconoce el rostro pero si la voz: era Salim, su ex colega.

— Corre… Aléjate de Leyla.. Huye lejos… —murmuró. Y en un abrir y cerrar de ojos desapareció.

Preocupado, días después, se encontró sólo en un mar de escritorios vacíos. Leyla comenzó a lamentarse de que todos conspiraban contra ella. Aquiles estaba agotado y entregó a Leyla su carta de renuncia.

— ¡No me puedes hacer esto Aquiles! —le replicó exaltada con lágrimas en sus dulces ojos.

— No puedo más… No puedo continuar con la carga de trabajo de todos —respondió Aquiles somnoliento por trabajar a altas horas por meses.

El sueño se le quitó de un golpe. Mirando fijamente a los ojos de Leyla observó en ellos el reflejo de los rostros despavoridos de sus colegas; luego escenas de como ella, transformada en un monstruo de dos cabezas, se alimentaba de sus cadáveres. De repente la puerta de su oficina se cerró al improviso y las luces empezaban a perder intensidad y fuerza.

— ¡Ahora te toca a ti! —gritó Leyla con voz grave como proveniente del más allá desdoblándose en dos: en la mujer admirable unida por un cuerpo con forma de serpiente viscosa a otro extremo con un yo más oscuro de dientes afilados.

Se movía con la velocidad del aleteo de una libélula. Aquiles la esquivaba despavorido tratando que ella se enredase en sí misma.

Agarró las tijeras del escritorio y se la clavó a una de sus cabezas. Salió del edificio corriendo al mejor estilo de Sodoma y Gomorra sin ver hacia atrás dejando a los lejos los gritos de aquel intimidante monstruo.

Tomó un taxi directo al aeropuerto. Sentado en el avión jadeando, cierra la persiana de la ventanilla velozmente. Un viejito con turbante sentado en silla de al lado le dice:

— ¡Hijo, cálmese! ¡ni que hubiese visto una anfisbena en las arenas!

La verdad de Hanne

Por María Alejandra González

Hanne es un artesano de oficio, tamaño mediano, algo musculoso, arraigado a la tierra y muy solitario. En su taller él se siente un hombre mágico con sus manos, tiene el poder de crear juguetes únicos para los niños y cuando no se está allí se siente perdido.

Recordó su infancia junto a su padre. De cómo los demás niños se burlaban de él por algunos rasgos en su rostro, como fue menospreciado por las personas del pueblo y lo desafortunado que ha sido con respecto al amor. Por ello decidió crear juguetes para los niños y hacerlos muy felices.

Su padre le regaló un caballo cuando era niño. Hanne muy emocionado decide llamarlo Stratego. Éste era un caballo de gran alzada y color negro azabache. Inquieto, veloz y manejable con él, podía comunicarse de una forma diferente, no entendía como lograba eso, pero conocía todo de él.  Statego resultó ser su mejor amigo de infancia, juventud y hasta su refugio en los momentos de soledad.

Su padre cuando agonizaba en el lecho de muerte le dice: “hijo ve al bosque que allí sabrás la verdad. A mi lado has aprendido el oficio de artesano, pero también sé lo mucho que sufres con las personas que nos rodean, no comprendes cosas de ti mismo y pronto te serán reveladas”.

Al morir su padre, decidió ir en busca de la verdad lejos del pueblo. Pasó horas caminando sin rumbo, sólo sabía que debía ir al bosque. Su cansancio lo va venciendo, sus pensamientos y recuerdo lo van llenando de dudas.

Aquel día mientras caminaba ví un atardecer esplendido y decidió sentarse bajo un árbol muy frondoso por un buen rato cerca del río Guden a descansar. Poco a poco va oscureciendo en el bosque, pero el cielo se ilumina de estrellas unas más brillantes que otras. Él se queda fijamente mirando una de ellas y le pide con todo su corazón que le muestre lo que su padre le había dicho,  y sin darse cuenta entra en un profundo sueño.

Las ramas de los árboles se movieron, escuchó susurros, sus zapatos se desamarrarón solos, entonces vio personas pequeñas caminando de un lado a otro. Vio algunas luces a lo lejos y escuchó un canto hermoso; la voz fue melodiosa. La voz tan cálida, suave y dulce lo hizo rememorar una canción de niño.

Comenzó a buscar la voz recorriendo todo el borde del río, el cual estuvo iluminado por la luna y las estrellas. Cuando llega al extremo ve a una mujer pequeña, con apariencia frágil y delicada, orejas puntiagudas, piel pálida y ojos almendrados, su ropa de tonos verdes y marrones, pero pensaba que era su cansancio o su imaginación jugándole una mala pasada.

Se queda por unos minutos inmóvil ante la elfa y ante su melodía, ¿cómo podría saberla?  Detiene su canto : “no te asustes, no te hare daño”; le explicó que a través de esa canción lo hizo que llegará hasta ella.

Después de un rato la comunidad elfo se dejó ver por Hanne y lo rodearon. Todos con la misma apariencia de la mujer elfa.

-¿Por qué ahora logro verlos a todos?, he pasado muchas tardes en este bosque tarareando esa hermosa melodía, junto a mi caballo Stratego y jamás los había visto.  
- le pregunta Hanne.

- Los elfos nos dejamos ver por algunos humanos y sólo de noche – le explicó con su suave voz.

Él sigue abrumado con todo aquello. La mujer elfa le toma de la mano, le va enseñando todos los poderes y dones sobrenaturales que poseen cada uno de ellos, le explica como la comunidad está contenta. Él tenía mucho tiempo sin sentir felicidad y paz.

Hanne comienza a ver una luz que lo va cegando, se da cuenta que es la luz del sol, Queda desconcertado por todo lo ocurrido en su sueño. Él creía que todo era real.
Se levanta del piso,  comienza a caminar con mucha tristeza hacia el pueblo. No entendía para qué su padre lo había enviado al bosque si no encontraría nada.

En el camino rumbo a casa va tarareando aquella melodía. En su taller comienza a crear muñecos de madera con características de elfos tal y como los había soñado.
Los días pasan, él sigue pensando en esa noche donde se quedó dormido y fue tan feliz. Recordó nuevamente las palabras de su padre: “hijo ve al bosque que allí sabrás la verdad”.

Hanne se atreve a salir del pueblo otra vez. Camina muchas horas rumbo al bosque para entender las palabras de su padre antes de morir. Se va hacienda de noche cuando vuelve a sentir el cansancio;  se sienta a los pies del árbol donde estuvo la última vez. Allí descansa y entra en un profundo sueño.

Escuchó una dulce voz que le dice: “Hanne despierta se te está revelando lo que tanto anhelabas saber acerca de ti. Soy tu madre y me llamó Karena; las normas de la comunidad elfo no me permitieron estar mucho tiempo a tu lado debido a la naturaleza humana de tu padre. Al morir él, la ley que rige nuestra forma de vida me permitió mostrarte el camino hacia mí y así explicarte tu origen semielfo”.

Asombrado se despierta, ve a los elfos junto a él y piensa si es real o sigue siendo un hermoso sueño todo aquello que le dijo la mujer elfa.

Hanne permanece unos instantes pensando todo lo que le estaba diciendo su madre, porque para él la vida en la ciudad junto a su padre fue muy difícil, llena de mucha tristeza por sentir que no pertenecía a ese lugar.  Su mayor temor sería despertar y perder la magia del bosque junto Karena y todo los elfos. Es allí cuando él comienza a entender por qué de niño lograba comunicarse con los animales y sobre todo con su amigo Stratego, jugar con los elementos naturales: agua, tierra, fuego y aire.

Karena ante la confusión que ve en el rostro de Hanne le hace la pregunta más importante de su vida:

- ¿Te gustaría permanecer aquí en el bosque con nosotros, podrás desarrollar tus poderes y estar a mi lado o regresar a la ciudad con tu antigua vida?

-Me quedaré en el bosque junto a ti - contesta Hanne,

Karena lo abraza y le dice:

- ¡Que feliz me haces, nunca más volveré a dejarte solo!  Te amo hijo.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Paraíso de dioses

Por Leonardo Molina

Suyas serán sus pasiones, vivirán plasmadas en ellas…

De agua vienes de aguas serás, en Río Orinoco te convertirás.

En el cielo yaces, matices de tus colores le darás; nacerás con la luz del sol dando matiz azul; muriendo la luz con el color rojizo y naranja te despedirás.

Por las nubes te escondes y pasas sobre ellas rasante; en las nubes te perpetuarás.

Entre verdes se transportan siendo guardianes invisibles en su  palacio terrenal; entre verdes y matices podéis engañar.

De piernas te vales para andar pero con cabeza y brazos de toro te basas para luchar.

Tan ágil y tan fuerte como el caballo trasciendes velozmente y te haz de perder entre las vistas sin parpadear; y con la cabeza de humano te basas para razonar, domados serán en caballos a los hombres les servirán. 

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Desde entonces la sirena fue convertida en Río Orinoco; el informante de los cielos Ave Fénix, en matices del día, naciendo al amanecer y muriendo al anochecer; el hipogrifo yace en las nubes dándole sus tonalidades grisáceas y blancuzcas como lo que fue el color de su piel; los celososelfos dispersos en la vegetación dándole al follaje el degradado verdoso a través de sus cambios de humor; los guerreros minotauros ya no tendrían piernas con que correr y brazos con que luchar y quedaron como toros a merced de la humanidad; sus enemigos centauros ya no razonarían como seres humanos y en caballos quedaron plasmados.

Y así nació un paraíso de paisajes a través de los que fueran sus diversos habitantes, quienes les dan vida sin voz pero se manifiestan en cascadas, vientos, colores variantes, chillidos domables, pasos retumbantes, todo por desafiar la naturaleza y creerse dueña de ella.

Sin darse cuenta de inmenso paraíso donde había espacio para todos, y ahora cada uno ocupa su espacio en un espectacular collage, relacionándose entre sí manifestando sus exóticas bellezas, las cuales han inspirado a ser exploradas, cantadas y fotografiadas; una belleza que habían olvidado tener pero que ahora tendrán sus espectadores para reconocerlas. 

sábado, 3 de mayo de 2014

Perdida en el bosque

Por Nelsy Olivares


En medio de un bosque vive una linda niña llamada Zasha con su abuelo Merchol y su mejor amigo el perro guardián. Rodeados de animales, árboles y flores ellos están muy felices.



Todo solía ser tranquilo hasta que una mañana la niña se despierta sin imaginarse lo que le puede pasar. Muy contenta le dice a su abuelo “voy a recoger muchas flores para adornar la cabaña”, y él contesta, “está bien Zasha pero no te alejes mucho hacia el bosque porque no me gusta”.


Ella responde “Sí, te lo prometo abuelito”.


Se despide y sale muy contenta con guardián y su canasta cantando por todo el camino, cuando de repente el perro empieza a ladrar muy asustado y retrocede.


La niña le dice “por qué ladras guardián, a qué le temes”. Ella al voltear y al alzar la vista queda estática, temblorosa y con ganas de correr pero las piernas no le  responden, al mismo tiempo pega un grito “auxilio, auxilio”…  Guardián sale corriendo para de alguna manera avisarle al abuelo. 

Llega a la cabaña ladrando.  


El abuelo imaginando que Zasha estaba en peligro sale a buscarla. La niña en medio de su miedo siente que algo se acerca.


Ella dice “No me haga daño por favor”. Al mismo tiempo escucha  “No temas soy tu amigo ven acércate”. Ella asombrada de lo que veían sus ojos dice “¿Quién eres?... ¿porque eres así?... Él le responde “Soy un centauro y me llamo Quirón”. Al mismo tiempo le dice “Ven súbete que te llevo a tu casa, te deben estar buscando”.


Ya a mitad de camino se acerca el abuelo con guardián y al percatarse que la niña  viene en el lomo del centauro le grita “Zacha ten cuidado te puedes caer”.



Ella le responde “abuelito él es mi amigo, el centauro  no me hará daño”.


Laberinto

Por Raymar Lara

La oscuridad había quedado atrás. El despertar fue duro y su cuello estaba rodeado por un eslabón de acero y al moverse escucho el sonido de las cadenas que lo sujetaban a la pared. Siempre olvidaba que estaba prisionero. 
Luego de recordar su situación, desde el inicio del día, el gigante de rostro taurino planeaba como liberarse de las ataduras que habían sido maldecidas especialmente para evitar su liberación. Al final llegaba a la conclusión de que sólo podría lograrlo con la ayuda de la mujer que atendía sus necesidades en el laberinto.
La silenciosa chica que en otros tiempos habría sido ofrendada para satisfacer su hambre era su único contacto con el mundo exterior y quien diariamente le servía desechos con desprecio y con altivez. Sin embargo, en vez de sentir odio por ella, cada vez que la miraba imaginaba como se sentiría poseerla, someterla a su voluntad.
La mujer nunca lo miraba, estaba perfectamente entrenada para evitar ser su víctima, así que sólo abría la puerta del centro de laberinto cuando era absolutamente necesario. Su misión era alimentar a la bestia y mantenerla con vida, las razones por las que lo hacía permanecían ocultas para él. Era de su conocimiento que desde hace algún tiempo ya no había necesidad de seres como él, los humanos se sacrificaban mutuamente usando rituales de otros tipos.
Para someterla sólo tenía que lograr que se acercara. Y era tan simple. La única forma de lograrlo era fingiendo que no podía hacerle daño, simulando que estaba muerto. Se quedó tirado en el piso del laberinto, no tocó su comida ni tampoco trató de arrancar las cadenas que sujetaban su cuello. Permaneció así por días y el alimento que traía la mujer seguía apilándose en la puerta.
Comenzó a debilitarse, sabía que tenía que decidirse pronto: se daría por vencido o moría intentándolo. Cuando escuchó la puerta abrirse decidió probar una vez más. No hubo más sonidos y fue difícil resistirse a la tentación de verificar si la chica seguía aún en el laberinto. Su pregunta fue respondida rápidamente. Sintió el calor de la mujer cerca de su cuerpo; escuchándola sollozar supo que lo había logrado, pero en vez de tomarla y obligarla a liberarlo, sintió deseos de consolarla.
Al abrir los ojos vio a la mujer ahora sobre su cuerpo con ambas manos cubriendo su cara. Quería consolarla, acabar con su dolor y sabía perfectamente cómo hacerlo. Extendió su enorme mano sobre su rostro y sintió el sobresalto en el cuerpo de la mujer, luego ella permaneció inmóvil;  su mano  sobre su cuello aumentaba cada vez más la presión.
El llanto de la chica había cesado, sus ojos teñidos de líneas escarlatas eran fríos y no demostraban súplica ni dolor. Sabía que todo acabaría pronto y habría fallado: el minotauro quedaría libre.
Recluido por tanto tiempo en su laberinto,  empezaría ahora a caminar libre sabiendo que sólo él poseía el control sobre sí mismo.