viernes, 2 de mayo de 2014

Endemoniado nombre

Por Aixa González

Razón tenía yo. Como siempre que las cosas se refieren a un hijo; uno tiene la razón. Hacía años que ese necio no me escuchaba. Me quería, por supuesto, siendo yo su madre y todo eso. Pero desde que se hizo adulto ya no aceptaba mis consejos. Al morir mi marido, quien siempre fue la voz de la sensatez, esta situación sólo empeoró. Una vieja viuda, religiosa y chiflada; así estoy segura que me percibía mi muchacho. Era incapaz de decírmelo, naturalmente, fue muy bien criado y no era un maleducado.

Pero ha debido escucharme, pues yo fui la única capaz de advertirle. Desde el momento que conocí a esa arpía supe qué tipo de mujerzuela era. Los años no pasan en vano, he conocido muchas así en mi vida, siendo ella la peor y más despiadada. Era muy hermosa, de eso no hay discusión posible. Se había dedicado a cultivar un cuerpo escultural, casi perfecto. Cabello negro y lacio hasta la cintura, ojos verdes como el mar y sonrisa blanca perla. No fue sorpresa para mí que el pobre Jorge sucumbiera ante sus encantos, ni tampoco que ella viera en él una oportunidad de oro. Joven y exitoso, mi muchacho estaba ya comenzando a amasar una considerable fortuna. ¡Qué orgulloso hubiera estado su padre! Y viene a ser en ese preciso momento de felicidad familiar cuando apareció aquella trepadora.

Se me crispan los nervios de recordarla. Desde el principio algo en ella me pareció espeluznante. Esa manera de vestirse como una cualquiera, su absurda insistencia en usar botas de cuero de serpiente, carísimo y aborrecible. Y ese nombre despreciable…ninguna muchacha católica de buena familia llevaría ese nombre espantoso.

Cuando decidieron casarse yo me escandalicé por completo, intenté hacerlo entrar en razón. Esa mujer no le convenía, me lo decía mi sexto sentido de madre. Él intento calmarme, convencerme de lo buena que era su prometida, lo mucho que se amaban. Incluso llegó a insinuarme que tendría que aceptarla cuando me diera nietos. Yo estoy segura de que esa víbora era incapaz de procrear.

En fin, no hubo manera de hacerlo entender. Llegó el día de la fatídica boda y con ella el fin de prometedor futuro de Jorge. Esa innombrable mujer sólo se molestó en quedarse unos pocos días aparentando felicidad. Inmediatamente después de la luna de miel se marchó desapareciendo con buena parte de la fortuna dejando a Jorge completamente descorazonado, deprimido, abúlico, como si lo hubiera desangrado rápidamente y luego hubiera bebido su sangre. Perdió toda la motivación de vivir, el espíritu, el alma…

Ya sabía yo que nada bueno podía provenir de un demonio con tan desgraciado nombre…Lamia


(Lamia: Ser fantástico de género femenino que pertenece al cuerpo de mitos grecolatinos. Reina de Libia, de gran belleza, que habiendo causado los celos de Hera es transformada en ser monstruoso, mitad mujer, mitad serpiente. Hera mato a sus hijos y la condeno a mantener los ojos abiertos permanentemente. Zeus le concedió poderse quitar y volverse a poner los ojos. Se alimenta devorando niños, bebes y jóvenes y bebiendo su sangre)

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