Por Isabel Carrión
La pantera olfateaba todo a su alrededor en busca de comida, su hambriento rostro daba mucho que decir. Al ver que no encontraba nada se montó en un árbol a esperar su primera presa.
Luego de un buen rato, al ver que no pasaba nada, decidió bajar y recostarse en el tronco donde se quedó dormida; un rayito de sol se clavó en su cara, fue como un milagro: empezó a transformarse en una mujer alta, rubia y de ojos azules, no lo podía creer, movía sus brazos, caminaba, sonreía, hablaba, y además podía volar.
Continuó su camino, en busca de algo más que la hiciera sentir no como un animal sino como mujer, sentía que su tiempo era corto y quería disfrutar el tiempo perdido; continuaba su recorrido.
Sentía un agotamiento que la debilitaba cada vez más, su garganta se resecaba, sus pasos empezaron a debilitarse; no quería volver a ese mundo de años atrás, donde su casa había sido la selva, la oscuridad y la sobrevivencia. No pudo más y se desmayó.
La tarde empezó a oscurecer. Aquella pantera que se había convertido en mujer, permanecía en el suelo, sin aliento, sin alma, desbastada
De pronto se escucharon unos pasos, era un hombre de unos 40 años, delgado, de contextura recia con refinada expresión, quien llevaba puesta en su hombro una bacula y quien montaba a caballo.
Se sorprendió de ver aquella mujer tirada en el medio del camino; era hermosa, se acercó la tomó en sus brazos y le dio a tomar agua de su cantimplora. Sus ojos se clavaron en los de ellas y dije me estremezco deseándote en la intimidad.
Se besaron y en segundo sus cuerpos empezaron a transformarse en dos panteras, siguieron su camino hacia la selva, donde vivieron felices para siempre.
La pantera olfateaba todo a su alrededor en busca de comida, su hambriento rostro daba mucho que decir. Al ver que no encontraba nada se montó en un árbol a esperar su primera presa.
Luego de un buen rato, al ver que no pasaba nada, decidió bajar y recostarse en el tronco donde se quedó dormida; un rayito de sol se clavó en su cara, fue como un milagro: empezó a transformarse en una mujer alta, rubia y de ojos azules, no lo podía creer, movía sus brazos, caminaba, sonreía, hablaba, y además podía volar.
Continuó su camino, en busca de algo más que la hiciera sentir no como un animal sino como mujer, sentía que su tiempo era corto y quería disfrutar el tiempo perdido; continuaba su recorrido.
Sentía un agotamiento que la debilitaba cada vez más, su garganta se resecaba, sus pasos empezaron a debilitarse; no quería volver a ese mundo de años atrás, donde su casa había sido la selva, la oscuridad y la sobrevivencia. No pudo más y se desmayó.
La tarde empezó a oscurecer. Aquella pantera que se había convertido en mujer, permanecía en el suelo, sin aliento, sin alma, desbastada
De pronto se escucharon unos pasos, era un hombre de unos 40 años, delgado, de contextura recia con refinada expresión, quien llevaba puesta en su hombro una bacula y quien montaba a caballo.
Se sorprendió de ver aquella mujer tirada en el medio del camino; era hermosa, se acercó la tomó en sus brazos y le dio a tomar agua de su cantimplora. Sus ojos se clavaron en los de ellas y dije me estremezco deseándote en la intimidad.
Se besaron y en segundo sus cuerpos empezaron a transformarse en dos panteras, siguieron su camino hacia la selva, donde vivieron felices para siempre.
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