Por Eglée González Lobato
-Señora Pirandello, no debería reírse –me advertía la mal humorada maestra de preescolar manteniendo en la mano una hoja tamaño carta coloreada de negro en la que se leía: “Delfina”.
-¿Acaso cree que debo preocuparme? En lugar de hablar de mi hija pareciera usted describir a su papá.
-No estoy muy segura mi estimada señora, su esposo es afable, conversador y estuvo muy animado en la celebración del día del padre.
-¿Conversador? Vittorio no habla con nadie, lo que pasa es que es auténticamente huraño y por eso usted no notó hostilidad en su silencio.
Me levanté del incómodo pupitre -en el que me obligan a sentar cada vez que busco la boleta- y con expresión reflexiva salí del salón, no sin antes levantar la ceja izquierda y estrechar con un fuerte apretón la mano de pescado de la maestra.
Quedé pensativa porque aunque no estoy de acuerdo con la masificación de una conducta y la consigna: “todos los niños deben ser extrovertidos”, no puedo pasar por alto que mi hija de cinco años prefiera llamarse Delfina que Paola, quiera estar sola y pinte únicamente con color negro.
De regreso a la casa -desde el colegio- paré a comprar una caja de colores Mongol de 24 y se lo ofrecí de regalo.
-No los necesito mami -se apresuró a decir- mi amigo Hochigan me presta los suyos.
-¿Hochigan? Qué nombre tan extraño –reparé- ¿quién es?
-El es mi mejor amigo y ¿sabes lo qué hace mami?, reconoce qué animal tenemos cada uno por dentro. Cuando te ve en el colegio me dice que eres un rinoceronte y mi papá, un tigre sigiloso.
-Ah, ¿y qué otros animales puede ver?
-Bueno, la maestra es una hiena y por eso no podemos confiar en ella; la niña malcriada de los moñitos es un topo aborrecible y el hijo de la vecina es un tiburón que siempre muerde.
-¡Uy! ¿Y qué animal es tu amiguito?
-Hochigan es una pantera fuerte y poderosa como el viento que mueve la rueda.
Desconcertada quise saber más, así que le propuse dejar los colores en la mesa e ir juntas a la plaza.
-A ver Paola, ¿qué diría Hochigan al ver la cara de todas estas personas?
-Me diría que aquél viejito sentado en el banco con el sombrero es un mapache, un ladrón; el niño de la bicicleta azul es una rata que corre sin parar y la mujer flaca despeinada es una zorra desconfiada.
Pedí una cita con la maestra para el lunes a primera hora. A punto estaba de bajarme del carro cuando miré al parque y allí estaba Paola, sola, dando vueltas en la rueda.
-Señora Pirandello, no debería reírse –me advertía la mal humorada maestra de preescolar manteniendo en la mano una hoja tamaño carta coloreada de negro en la que se leía: “Delfina”.
-¿Acaso cree que debo preocuparme? En lugar de hablar de mi hija pareciera usted describir a su papá.
-No estoy muy segura mi estimada señora, su esposo es afable, conversador y estuvo muy animado en la celebración del día del padre.
-¿Conversador? Vittorio no habla con nadie, lo que pasa es que es auténticamente huraño y por eso usted no notó hostilidad en su silencio.
Me levanté del incómodo pupitre -en el que me obligan a sentar cada vez que busco la boleta- y con expresión reflexiva salí del salón, no sin antes levantar la ceja izquierda y estrechar con un fuerte apretón la mano de pescado de la maestra.
Quedé pensativa porque aunque no estoy de acuerdo con la masificación de una conducta y la consigna: “todos los niños deben ser extrovertidos”, no puedo pasar por alto que mi hija de cinco años prefiera llamarse Delfina que Paola, quiera estar sola y pinte únicamente con color negro.
De regreso a la casa -desde el colegio- paré a comprar una caja de colores Mongol de 24 y se lo ofrecí de regalo.
-No los necesito mami -se apresuró a decir- mi amigo Hochigan me presta los suyos.
-¿Hochigan? Qué nombre tan extraño –reparé- ¿quién es?
-El es mi mejor amigo y ¿sabes lo qué hace mami?, reconoce qué animal tenemos cada uno por dentro. Cuando te ve en el colegio me dice que eres un rinoceronte y mi papá, un tigre sigiloso.
-Ah, ¿y qué otros animales puede ver?
-Bueno, la maestra es una hiena y por eso no podemos confiar en ella; la niña malcriada de los moñitos es un topo aborrecible y el hijo de la vecina es un tiburón que siempre muerde.
-¡Uy! ¿Y qué animal es tu amiguito?
-Hochigan es una pantera fuerte y poderosa como el viento que mueve la rueda.
Desconcertada quise saber más, así que le propuse dejar los colores en la mesa e ir juntas a la plaza.
-A ver Paola, ¿qué diría Hochigan al ver la cara de todas estas personas?
-Me diría que aquél viejito sentado en el banco con el sombrero es un mapache, un ladrón; el niño de la bicicleta azul es una rata que corre sin parar y la mujer flaca despeinada es una zorra desconfiada.
Pedí una cita con la maestra para el lunes a primera hora. A punto estaba de bajarme del carro cuando miré al parque y allí estaba Paola, sola, dando vueltas en la rueda.
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