Por Víctor Duarte
Cuando el día se deja cubrir por una
sombra para convertirse en noche comienza un joven la peregrinación de
uno de los retos más grandes de la tierra. El camino de Santiago era una
tradición que abarca muchos años de historia.
John, joven de diecisiete años decide
comenzar este recorrido. Él, estudiante de artes en una ciudad no tan común
como lo era Caracas, decide comenzar un viaje para realizar su peregrinación
concebida por su perspicaz idea de adentrarse en insólitas aventuras.
Decide emprender ese viaje a raíz de
todos sus problemas, discusiones con sus padres, problemas con su pareja -la
cual ya no lo era más-, entre otros problemas existenciales que él tenía.
Buscaba un escape del mundo, saber
que la única libertad y paz que quería se encontraba hallándose a él mismo.
John, tras llegar a España, después de sus nueve agotadoras horas de vuelo,
llega a un hostal en el cuál descansará hasta que salga el sol que lo despabile
para comenzar su recorrido al día siguiente.
Al llegar a su habitación, no tuvo
más que hacer que acostarse a dormir de una vez. Se levantó al día siguiente,
alertado por ese fresco olor que se percibía en las mañanas de París, decidido
a emprender su viaje con destino a Galicia comenzando así su propio monólogo,
sin más carga que su diario y una botella de agua.
Viendo nuevas caras y nuevos
ambientes va describiendo su historia con un papel y un lápiz, comenzó a
describir su vida y sus problemas sabiendo que sólo así los lograría superar.
Escribió hasta que se desahogó por
completo, criticando a la vida y al comportamiento indebido que inauditamente
estúpido iba consumiendo a este mundo de piedra.
Del diario de John:
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