Por
Rafael Baralt Lovera
Llegado el momento, cerca de las 10:00 pm del
21/12/2012, se vistió elegantemente, se dirigió al refrigerador, tomó la fría
botella de su Chardonnay favorito, la destapó y sirvió en una fina copa de
cristal, se sentó en su sitio preferido del apartamento y esperó hasta que se
manifestaran los primeros indicios del fin del mundo.
Sí, así de excéntrica era la Sra. Zoe, quien a
sus 57 años aún conservaba una singular belleza sólo marcada por el pasar de
sus últimos años de viudez. De actitud retraída y casi antisocial, pasaba sus
días en la más estricta soledad, sólo se hacía acompañar de sus libros y por su
fiel gato, el cual adoptó la víspera de la muerte de su esposo hacía ya 16 años
en Ciudad de México.
De esa ciudad tenía sus mejores recuerdos, allí
conoció a su primer amor y fue donde estudió lo que más le apasionaba: Historia
del Arte Precolombino, para luego especializarse en Cultura Maya logrando
alcanzar una gran reputación como docente en ese campo.
Al volver a su tierra natal, trajo consigo un
antiguo pergamino maya el cual mostraba un calendario y una inscripción que
traducida al español decía: “Y en la fecha señalada la humanidad
comenzará un nuevo ciclo y se renovará toda forma de vida en el planeta”.
Decidió colgarlo en la puerta principal de
manera que siempre tuviera presente el tiempo que le quedaba. La Sra. Zoe tenía
dos grandes adicciones: leer y espiar a su vecino, un enigmático solitario de
edad incierta que vivía enfrente.
Eventualmente habían compartido uno que otro
café y Zoe sentía una inexplicable atracción hacia él. Ya a punto de terminar
su botella meditó sobre lo que fue su vida y las cosas que había dejado de
hacer, pero al servirse la última copa asoció el momento con el fin que se
avecinaba y decidió hacer algo realmente trascendente, se armó de valor, y en
un arrebato salió de su apartamento, tocó la puerta de su vecino y le confesó
su amor; al fin y al cabo el mundo estaba por terminar. Volvió a su casa, se
tomó las últimas tres pastillas para dormir del frasco y quedó tendida en el
sofá.
Al día siguiente, al comprobar que aún seguía
viva recordó lo que hizo la noche anterior y sus ojos comenzaron a humedecerse.
Caminó hacia la puerta y encontró una pequeña nota que horas antes habían
deslizado por debajo que decía: “Querida Zoe, jamás pensé que sería tan
dichoso de saber que me amas, yo lo hago desde hace mucho tiempo. Nos vemos
esta noche a la misma hora de ayer”.
Zoe alzó su mirada, vio el pergamino y a través
de sus lágrimas por primera vez entendió lo que quisieron decir los mayas
cuando pronosticaron un cambio de ciclo, ya que para ella comenzaba en ese
mismo instante una nueva y mejor vida totalmente renovada.
Me agradó mucho el tema de este cuento. Concentrar en una historia pequeñita y personal ese día único de la Gran Historia Humana, es exactamente lo que significará para cada hombre y mujer el arribo del próximo Solsticio de Invierno. ¿Y qué mejor historia para finalizar un ciclo y comenzar otro, que una historia de amor, de reflexión, de decisión, de esperanza? Gran cuento, merece ganar!!
ResponderEliminarTal como lo dije el pasado 08 de Abril, el cuento de mi amigo Rafael merecía ganar, y ganó. BIEN POR EL!!
Eliminar¡Felicitaciones Rafael! merecido triunfo, un cuento con un final lleno de amor y esperanza.
ResponderEliminarComparto con Gustavo el comentario.
Un abrazo genio.
Merecido premio, para un excelente relato!
ResponderEliminarMi querido Rafel, sin duda un relato entrañable y lleno de esperanza, esa esperanza que tanto se ha amagado y que tú con tus letras la has dejado salir a los cuatro vientos. Felicidades por tan merecido reconocimiento y me felicito por tener el honor de conocerte.
ResponderEliminarMuchas gracias Eduardo, me halagan tus palabras. El honor es mio por tenerte como amigo. Un abrazo!
Eliminar