Por
Beatriz García
Jacobo
pensaba para sus adentros en lo difícil que había sido llegar hasta allí. Todo
lo que le había costado esa larga caminata, las interminables noches
estrelladas de espera, el tortuoso andar a través de los distintos caminos.
Él iba
bien preparado; un morral de excursionista, bolsitas plásticas con frutos
secos, botellas de agua que con suerte llenaba en cada pueblito, su bolsa de
dormir, linternas y apenas algo de ropa. Consciente con éste viaje de que pocas
cosas eran realmente esenciales en su vida.
Vítores
por ésta decisión…Contra todos. Iba caminando solo por el Camino de Santiago;
todo ese trabajo, toda esa fatiga por la promesa ofrecida esa noche fatídica:
Sentía
dolor, ardor en los ojos ahora cubiertos con ese trapo de tela ordinaria y
hediondo; tenía el cuerpo entumecido por las horas en la misma posición.
Nadie le
hablaba, desde hacía varias horas lo habían tirado en la esquina. Lo agarraron
descuidado bajándose de su carro, en la puerta de la Iglesia un domingo.
Supo lo
que le sucedería en el instante en que los vio pero no tuvo tiempo de
reaccionar.
Jacobo los
había mirado a los ojos. Ellos le hicieron subirse al carro y luego de
propinarle el respectivo cachazo en la nuca lo dejaron allí tirado en el
asiento.
Perdió
por unos segundos la conciencia. Divagó en su mente por horas sin parar, tenía
que salir con vida. Se hizo la promesa.
Escuchaba
voces desconocidas, algún perro ladrando lejos, música en la radio, ruidos diversos
como de movimiento apurado, desesperado, desordenado.
Trató de
concentrarse en una sola voz. Decían “¿y éste viejo está vendido?”, pánico, “¿y la
familia va a pagar?”, un respiro, “¿éste sale?”, ¿alivio? Tristeza, desesperanza.
Le
quitaron el vendaje no sin antes amenazarle de muerte restregando la punta del
arma en su cara, helada, dura, unos cuantos golpes más o menos.
- Si nos vuelves a mirar te quebramos - le dijo
uno.
Ese
fatal domingo salió de su casa en contra
de los deseos de su esposa. Iba a misa, que ironía, cómo era posible que Carolina
le replicara por esa salida. Iba a darle gracias a Dios y a Santiago por todas
las bendiciones recibidas y por la posibilidad de hacer aquel viaje tan hermoso
que estaba planeando.