viernes, 3 de enero de 2014

La serpiente del lago

Por Andrés Scherer

A través del oscuro bosque Anna corría intentado escapar de sus problemas y de la sociedad, que según ella, eran los culpables de todos los sentimientos que sufría. Ella pensaba que era demasiado dolor para una simple chica, que no era justo y que al ser diferente las personas la consideraban una diosa oscura.
Con una delgada y fría daga en la mano y con el profundo pensamiento de clavarlo en sus coloridas venas, Anna pisaba lodosos charcos y sus zapatos se embarraban.  «Mis zapatos no podrían estar peor», pensó  pero a ella no le importaba ya que serían los últimos que utilizaría.

Acercándose a lo más profundo del bosque, las temblorosas raíces de los frondosos y grandes árboles se movían como si tuvieran vida propia. Anna intentaba serpentearlas para no tropezar pero era casi inevitable. Al detenerse por el agotamiento, la chica de cabello negro y profundos ojos pudo divisar el extraño movimiento que las raíces hacían. Parecía que intentaban formar alguna frase. Al leerla, Anna quedó impactada.

“A los ojos del humano, la serpiente del lago, hace temblar y sollozar”.

Anna corrió lo más que pudo pero tropezó con algo y rodó colina abajo hasta que logró aferrarse a algo y detenerse. Abrió sus bellos ojos celestes y contempló un oscuro lago. Anna metió la mano para limpiarse un poco la cara pero la sacó al instante. Estaba congelada. La chica decidió sentarse para observarlo. «Después de todo será lo último que veré… es irónico, moriré viendo algo diferente. »

Anna sentía que bajo el agua rondaba una criatura. No sabía qué era pero sentía un escalofrío que recorría su pierna. Fue entonces cuando comenzó a ver pequeños destellos naranjas y rojos. Parecía que hubiese un gas bajo el agua que provocara aquella ilusión. De pronto del agua comenzaron a salir burbujas. Parecía que había algo debajo que las provocaba y Anna creía que era también el causante de los destellos.

Unos ojos rojos y oscuros salieron del lago asomando nada más la frente. Anna se asustó y pegó un grito ahogado. La criatura serpenteó hasta Anna y sin salir del agua comenzó a sonreír macabramente. Anna comenzó a ver su piel y veía pequeñas escamas de colores muy brillantes pero que no se podían observar bien gracias a los destellos. El dragón la miró fijamente a los ojos y Anna correspondió. Parecía que la hipnotizaba para hacerla ver algo. Finalmente la mirada de Anna cedió.

El dragón parecía haberla enviado a un mundo parecido al infierno. Era oscuro y por todos lados había sangre. Anna volteaba a todos lados y cada vez se sentía peor. Una voz comenzó a oírse: “Soy el dragón del lago y espero que de todos los lugares a los que hayas ido,  éste sea el más tenebroso que hayas conocido”.

Hombres aparecían con grandes navajas degollando personas y animales. Civiles eran torturados siendo marcados como a las vacas y a otros sufrían sobre las brasas hirvientes. Muchos eran juzgados bajo sus propios problemas siendo arrojados a su propio barranco.

“De todos estos problemas el que menos importa es el tuyo, así que aléjate, no perteneces aquí. Suelta esa delgada hoja y corre. Siempre puede ser peor… y si continúas así, yo mismo seré tu verdugo y opresor”, le dijo el dragón telepáticamente.

Anna se despegó de la encarnada mirada del dragón, arrojó la daga al lago y veía como la serpiente sonreía y se alejaba de nuevo a lo profundo del lago. Se puso de pie y se fue corriendo de nuevo a casa y con un nuevo ideal.  Las raíces otra frase generaron.

“A los ojos del humano, la serpiente del lago, hace iluminar”.

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