viernes, 3 de enero de 2014

El prólogo de un final feliz

Por Víctor Duarte

Viajo por toda mi querida Noruega, donde no encuentro algo más que frialdad, tal como suelo ser externamente. Cross es mi nombre, soy un Elfo de doscientos siete años, un poco mayor para la raza  humana, pero para mí especie soy sólo un joven inmaduro.
He recorrido todas las tierras de mis ancestros en busca de esa calidez que pueda asentar en mi interior, eso que me dé una dosis de calma y paz en mi interior. No sé si lo que busco es un amor, dinero, un hogar o algo que simplemente me haga feliz.
He recorrido desde el Mar de Barents hasta Austria recorriendo completamente cada uno de mis países ancestrales; he vivido un siglo y algo más, sin más respuestas que preguntas dejando a un lado todo eso que no me pertenece, es decir al universo completo.
Soy sólo un elfo elaborando su monólogo con desahogos y pensamientos vagos, dónde lo único que escribo no es para nadie más que para mí llenando así mi vida de absoluta libertad, por lo que quiero decir que soy un llamado "elfo ascético", algo no tan común en el valle donde he sido criado, donde no hay más que risas y gente con esa felicidad que mi frialdad no me deja tener, por eso he emprendido este viaje, una travesía en busca de locura buscando vivir.
Comencé desde la costa, cuando vi que el mar no es infinito tal como lo parece al horizonte. Vi que la tierra que uno pisa ya ha sido explorada y que uno no puede ser dependiente de otro ser vivo, por eso he decidido ser alguien ascético, tener tiempo sólo para mí, para todo eso que siempre he querido hacer, lo que se resume a mis travesías en busca de mi bienestar espiritual, ya que también he entendido que teniéndolo todo no me da nada en lo absoluto.
Vivo en un mundo donde a todos nos tocan desgracias, unas peores que otras, donde me resumen que ese tal Dios el cual todos alaban debe ser algo que no existe o poseerá algún tipo de trastorno bipolar.

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